La noción de la reducción de la grasa en zonas específicas proviene de la creencia de que si se incrementa la actividad muscular se facilita una mayor movilización de tejido adiposo en el área ejercitada. A pesar de que esta idea es atractiva desde el punto de vista estético, las investigaciones no respaldan esta afirmación. Por ejemplo, las reservas de grasa subcutánea de los brazos de los tenistas tienen la misma proporción en ambos brazos, pero con una mayor cantidad de tejido muscular en el brazo dominante. Otro estudio señala que la muestra de células grasas en el abdomen, no se redujo más que en las otras regiones menos ejercitadas (sub-escápula y glúteos), después de 27 días de ejercicios abdominales. Así, el entrenamiento regular en un área localizada no produjo una reducción de grasa adicional en el lugar más ejercitado.
La razón de esta realidad tan desalentadora es que la actividad física estimula la movilización de grasa corporal a través de hormonas que circulan en el torrente sanguíneo y actúan sobre los depósitos de grasa en todo el cuerpo. No existen evidencias científicas de que se produzca una mayor pérdida de grasa en la zona cercana a los músculos que están activos, por lo tanto, hacer énfasis en un sólo grupo muscular no es de mucha ayuda para “quemar” la grasa de la zona ejercitada. Lamentablemente, el lugar donde ésta se pierde parece depender de los genes y en general, se considera que perder grasa alrededor de la cintura es más fácil que perderla en las caderas.
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